miércoles, 26 de diciembre de 2018

Tempus lugendi


Tempus lugendi

Tal vez me  reconozca como a un
burro amarrado en el Perú.
Nostalgia de quijotes sin locura.

Yo era…
era
deductiva e inductivamente
feliz.

Mírenme ahora.
Presumir que no sé lo que no ignoro.
Palpitar de contextos.
Ectoplasma.

Hablamos el idioma trascendente
utilizando ladrillos similares
para construir nuevos muros,
nuevos marcos
con canción en los baños
y a la izquierda.
Porque ser raro es un derecho
que vive en una idea y se consume.

Excepto confusión
no hay nada nuevo.
Hace falta una cruzada
¿cruzada?
que venga a resolver los jeroglíficos.
La unidimensionalidad del espejo
fregando insobornable
en la humedad de los pastos mojados,
me señala entre sombras la partida.
El nudo gordiano del solipsismo terco
se exhibe de manera pornográfica,
como un seudónimo,
que para eso somos el cadáver de nosotros
mismos
y el juego es perdonar que hemos amado,
y el juego es olvidar que hemos gozado,
apenas pioneros de la resolución acontecida
sin secretos ni pasamontañas,
sin tapujos ni culebras,
arrastrándose en el cemento.

Ojalá fuéramos inmortales y tales.
Que no nos vuelvan a quitar el plato vacío
cuando el aroma de la salsa lo perfuma.
Por el momento, no decido morir
-aunque podría-
este Jueves Santo de París con aguacero,
porque París era una fiesta cuando estabas
y las campanas de lo perdido
también doblan por mí,
cuando te pienso.









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Biografía de Lucía Angélica Folino

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