La sin rostro
Edgar Degas. El baño de
la mañana (1890)
La sin
rostro acomete de tropel la bañera;
su piel
encantadora: marfil que resucita
las venas, que
se enmarcan por el gozo que
/espera
del morbo
hacia el deleite, placer de estagirita
por motejar
en sueños, la voz de la sordera.
¿No ves que
sus cachetes tremolan de alegría
por amor a
las olas que sin prisa se exhiben?
La niña es
un retrato de aquel que le decía
-encendiendo
tizones de los que oteando viven
que tirara
sus ropas de rebato a porfía.
El pecho
está a la vista de un cielo que especula
con doradas
colmenas de sales presurosas.
Acaso el hombre
ardiente que mira y la fabula
con cálido
arrumaco la envolverá entre rosas,
pináculos
letales de avariciosa gula,
su vara bien
enhiesta,
a la hora de
la siesta.