Sin hacer tanta alharaca
A ciencia
cierta,
y sin hacer
tanta alharaca
entramos al
futuro del pasado
cual nobles
vagabundos
de una
estirpe apodíctica del miedo,
reticente,
crujiente y
atonal,
en aras de
una vida sin retorno.
La caravana aplaude
dejándose
atrapar por la sevicia
de un
sentimentalismo degradado,
lloricas
episódicos
con una
perspectiva letárgica
y ausente
confunden
con su esgrima
la
parálisis.
Arcaicos
enanismos perfunctorios
de extrema
recurrencia
farfullan
sus lecturas subrepticias.
El mundo
gira en forma
y se descula
el porvenir
mientras
vamos recuperando
palabras
olvidadas,
por temor a
que caigan en el pozo comarcal
y sigan
siendo fúnebres testigos
del sueño de una noche de
verano.
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