El Mesías descubierto
Cupido
contemplando a Venus nos asombra,
porque el
Bien está en una manzana,
en la piedra
debajo de la cepa
que el
artista dibuja caprichosa.
Porque el
alma no es alma sin mirada y
la palabra
es el nombre de las cosas,
proteste o
se entusiasme, asuma el costo,
se resigne
en pincel a tez desnuda
o brote en
arsenales del invierno,
con un aroma,
apenas percibido,
a primavera
coronada en dama.
Maravilla
que el hombre no supiera
que el
Mesías es él y no hay tutía.
La verdad
absoluta del presente
sin la voz
del amor,
sin tacto en
llamas,
amará
prontamente su pasado
sumido en la
locura de los cuerpos.
El bufón de
la corte indiferente
tiene pechos
pequeños, tiene huecos,
y no puede
volar.
Es su
condena.
En la boca
hay sabor a fruta amarga.
Adán está
espiando entre los riscos
con cinismo
fatal de ciega envidia.
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